lunes, 14 de febrero de 2011

UNA CERVEZA PENDIENTE..

 
Claudio colgó el teléfono... Uff! Esa mujer le fascinaba. Llevaban ya años relacionándose por trabajo y, aunque nunca se habían conocido personalmente, habían llegado a tal grado de confianza que existía un contacto más allá de lo profesional pues, en ocasiones, además, hablaban de su vida privada, explicándose alegrías, problemas e inquietudes personales.

Incluso, a veces, sus conversaciones con Sara habían sobrepasado la línea de la amistad, entrando en un sutil juego de flirteo que, no sabía a ella, pero a él le habían llevado a sentir una excitación suficiente como para fantasear sexualmente con Sara, más de una vez…

Sara era una mujer muy interesante y, a juzgar por las fotos que había visto de ella, también sumamente atractiva físicamente. En todos estos años que le habían permitido ir conociéndola había ido descubriendo una mujer segura de sí misma, femenina, sensual y con una fuerte personalidad.

Ahora Sara, apenas hacía un minuto, le había confirmado su asistencia a la Feria de Interiorismo que tenía lugar en San Sebastián dentro de una semana y Claudio, al oírlo, sintió como sus latidos se aceleraban. Aunque esta Feria se celebraba cada año y la empresa fabricante de muebles de Valencia donde trabajaba Sara, tenía un stand permanente, era el primer año en que ella permanecería en San Sebastián durante dos días, uno de los cuales coincidía con la visita anual de Claudio al evento, en calidad de jefe del departamento de compras de la firma zaragozana donde él trabajaba.

- Parece ser que, por fin, vamos a vernos las caras.. – le había dicho Sara
- Entonces podremos tomarnos aquella cerveza que tenemos pendiente
  contestó Claudio, haciendo referencia a una antigua conversación mantenida.
- Claro. Como no…

El modo de Sara de arrastrar las palabras y dejar las frases como en el aire, provocaban a Claudio una agitada sensación  en la que su imaginación se ocupaba de acabarlas. En breves segundos, su mente ya estaba fantaseando en como Sara cruzaría las piernas, sentada delante de él… Imaginaba la garganta de Sara moviéndose al beber y como se pasaba la lengua por los labios para deleitar la frescura de esa cerveza…

Claudio empezó a notar como sus pensamientos se agrupaban en su entrepierna y, consciente de que no era el mejor momento para levantarse de su sillón, se obligó a realizar una serie de llamadas a otros proveedores, a fin de conseguir desconectar el boton de ON que se había encendido en su interior más lujurioso.

Llegó el día de volar a San Sebastián. Los días anteriores, Sara y Claudio habían hablado en numerosas ocasiones, siempre mencionando el detalle de que, en breve, se encontrarían personalmente. Había imaginado mil veces el encuentro y, aún sin saber con que fin, organizó su agenda de manera que el stand de Sara fuera el último en la lista para visitar. Con suerte, la hora coincidiría con el momento de cerrar el recinto. Deseaba poder encontrar la oportunidad de proponer ir a cenar a Sara, pero sin que pareciera premeditado.


Tras un largo día de visitas y encuentros con distintas empresas colaboradoras, Claudio se dirigió, intentando difuminar su nerviosismo, hacia la zona donde se hallaba ubicada la empresa de Sara. A medida que se acercaba, intentaba distinguirla sin resultado,  entre las personas que se encontraban allí. El jefe de Sara, al cual ya conocía, acudió enseguida a saludarlo pues la empresa de Claudio era uno de sus mejores clientes. Con entusiasmo, comenzó a explicarle el éxito que estaba teniendo la feria y los nuevos proyectos que estaban presentando en ella.

Claudio intentaba seguir el hilo de la conversación aunque, en el fondo, lo que único que deseaba saber era donde estaba Sara. ¿Quizás en el último momento no había acudido…? Estaba sumamente contrariado. Esta última semana en el único proyecto que había pensado era el de conocerla a ella y ahora no estaba allí…

Cuando ya estaba a punto de preguntar, su olfato percibió, unas décimas de segundo antes que sus ojos, la presencia de Sara a su lado. Aquel particular perfume era tal cual imaginaba a ella… envolvente, seguro y cargado de seducción.

- Sara! Permíteme que te presente a Claudio. Creo que todavía no habíais coincidido en ninguna ocasión…
- No, es verdad, pero hemos hablado tanto que prácticamente es como si nos conociéramos. Es un placer, finalmente, saludarte en persona, Claudio…

Sara le tendió la mano, a la vez que le besaba en las mejillas. El tenue roce de aquellos labios en su rostro, provocó a Claudio una especie de sacudida eléctrica. Si hasta aquel momento, sólo había fantaseado con ella, ahora, al tenerla a su lado, la deseaba  realmente.

Flanqueado por sus dos anfitriones, Claudio tuvo ocasión de conocer las nuevas colecciones de las que, el jefe de Sara, no cesaba de detallar sus características. Sara y Claudio iban asintiendo sonrientes, con movimientos de cabeza o pequeños comentarios al respecto. Sus cruces de miradas, fugaces  a la par que intensos, mantenían otro tipo de conversación muy distinto al de sus voces.

Disimuladamente, Claudio aprovechaba  toda oportunidad para contemplar el cuerpo de Sara, el escote que acababa en el nacimiento de sus pechos, el vaivén de sus caderas al caminar, sus piernas esbeltas envueltas en medias negras, sus glúteos prietos que balanceaban el vestido que los cubría. Advirtió en la mirada de Sara, de que se había percatado de cómo la estaba observando y se sintió tremendamente turbado, convencido de que Sara estaba leyendo sus pensamientos, profundamente eróticos, enteramente sexuales…

Finalizaron el recorrido apenas anunciaban el cierre del recinto. Al comentar en qué hoteles estaban hospedados ambas partes, Sara comentó, dirigiéndose a su superior:

- No le comenté antes, pero tengo viejos amigos en esta ciudad y, al decirles que venía aquí, me invitaron a cenar esta noche y no he podido negarme. Espero no le parezca mal…-Sara acabó la frase mirando a Claudio, por un segundo, el cual bastó para que aquellos ojos le transmitieran un mensaje.
  - Oh, Sara! Bueno, lo entiendo, después de 12 horas en el Salón, no puedo exigirte más pero es una verdadera lástima pues deseaba nos acompañaras cenando porque, ¿permitirás, Claudio, que te invite a cenar, verdad?

Claudio respondió que, muy a pesar, le era imposible aceptar la invitación pues ya había acordado cenar con un colega pero prometió volver por la mañana para concretar un acuerdo sustancioso para ambas partes, de cara a la nueva temporada y que podrían sellarlo con un buen almuerzo. Ahora debía marcharse sino quería hacer esperar a su compañero. Sara marchaba también en aquel instante en dirección a casa de sus amigos así que, casualmente, emprendieron el camino a la salida, juntos.

Al encontrarse ya distanciados del stand, Claudio confesó:

-  No he quedado con ningún colega para cenar…
  -  ¿De verdad? Porque yo no conozco absolutamente a nadie en esta ciudad…-  respondió Sara inocentemente, mientras sonreía mirando al frente.

Entre risas, cogieron un taxi para que les indicara y llevara a algún restaurante, donde pudieran tomar una buena cerveza. Durante el trayecto, fueron charlando animadamente, mientras sus cuerpos, con un lenguaje sub-liminal, aprovechaban toda ocasión buscando un mínimo contacto físico, una mano, un brazo, unas rodillas que se rozaran…
El vestido de Sara, había ascendido unos centímetros sin que ella pareciera haberlo advertido y, aunque intentaba no fijar sus ojos en aquellas piernas que asomaban provocadoras, Claudio se moría de ganas de poner su mano sobre ellas y acariciar esos muslos que parecía le estaban retando a perder el control. Deseaba poder separarlos y descubrir el tesoro que se escondía entre ellos…
No sabía como comportarse, su excitación era tal que se acomodó nuevamente en el asiento, buscando camuflarla. Una sonrisa misteriosa en los labios de Sara, le hacía sospechar que, de nuevo, le había pillado in fraganti. Por un instante, sintió vergüenza, pero, por otra parte, el saberse descubierto le provocó una erección todavía más fuerte.
Hubo un momento de silencio y en un cruce de miradas, Claudio decidió jugársela, dejando caer su mano sobre la de Sara. Ella, sin decir nada, cogió lentamente la de Claudio y la depositó sobre su muslo, concediéndole su deseo.
Sin dejar de mirarse, acercó su rostro al de ella y sus lenguas se entrelazaron abriendo la puerta a la realidad a las fantasías ocultas de Claudio. Las rodillas de Sara se distanciaron sutilmente y permitieron que la mano se deslizara unos centímetros, para luego  aprisionarla e inmovilizarla entre aquel calor. La boca de Claudio empezó a recorrer el cuello de Sara, descendiendo hasta su clavícula.. Ella arqueó la espalda, haciéndole más fácil el recorrido.
- En el hotel, habrá cerveza…-comentó él con una voz entrecortada.
- Seguramente… -respondió Sara, con un húmedo susurro, mientras sus piernas   se abrían unos pocos centímetros más permitiendo la movilidad de los dedos de Claudio.

Claudio indicó al taxista la nueva dirección a tomar mientras sentía las caricias de la palma de la mano de Sara sobre su pantalón. El taxista sonrió indiscretamente pero nadie pudo apreciarlo. Claudio estaba girado hacia Sara, que correspondía a sus besos con tal intensidad que creía iba a volverse loco por poseerla allí mismo. Su mano había descubierto que las medias de Sara acababan a medio muslo así que podía sentir el tacto de aquella piel aterciopelada, que parecía arder y su dedo recorría la delicada blonda de la ropa interior femenina.
Cuando parecía que estaban por olvidar que viajaban en un taxi, el chofer les advirtió de la llegada a destino. Se separaron forzosamente y mientras Sara se estiraba el vestido, pagó el trayecto y se apearon entrando en el hotel, cogidos de la mano.
Claudio solicitó la llave en recepción y se encaminaron hacia el ascensor, pasando entre la gente sin tan siquiera verla. En el ascensor, compartido con dos personas más, bromeó sobre la posibilidad de que no hubiera cerveza en el mini-bar de la habitación. Sara se limitó a contestar uniendo su cuerpo al suyo. Lo miró fijamente con unos ojos que prometían el cielo… El miembro de Claudio, al sentir aquel vientre femenino contra él, se endureció nuevamente hasta el máximo y ella, al sentirlo, se movió sutilmente presionándolo todavía más. Nunca tres plantas habían sido tan largas para Claudio…
  
Descendieron del ascensor en la planta donde se hallaba la habitación, que en un instante alcanzaron. Introdujo la tarjeta y permitió pasar a Sara. Cuando ésta quiso encender la luz, Claudio se lo impidió:

- No enciendas aún…

Sara obedeció y mientras la estrechaba contra sí y la besaba con pasión, la condujo hasta la cama, haciéndola sentar en el borde de ésta y se arrodilló ante ella. Sólo las luces del exterior que entraban por la puerta de la terraza, con las cortinas a medio correr, rompían la oscuridad de la estancia. Podían ver la silueta del otro, el brillo de sus pupilas dilatadas por el deseo y percibir su sonrisa pero los detalles eran una mezcla de realidad e intuición.
En silencio, Claudio fue situándose lentamente entre las piernas de Sara, la cual lo miraba fijamente dejándose hacer. Levantó con delicadeza su vestido, acarició la cara interna de sus muslos, invitando a que se abrieran y acercó su rostro a la entrepierna de Sara.
El sexo de Sara desprendía un maravilloso olor que le embriagó totalmente. Exhaló lentamente una pequeña bocanada de aliento sobre la diminuta y húmeda tela que cubría aquel regalo completamente rasurado y sintió como el vientre de Sara se estremecía de placer. Deslizó la lengua por su ingle, rozando la costura de sus minúsculas braguitas. Repitió la operación en el otro lado sin dejar de cruzar la mirada con Sara. Ésta permanecía inmóvil, expectante, apoyada en sus manos y pendiente de cada movimiento que él realizaba. Sus piernas se habían abierto enteramente, quedando a su completa disposición. Claudio mordisqueó con infinita suavidad el empapado tejido y sintió como el clítoris de Sara, se hinchaba, ansioso de placer, suplicando ser devorado. Ayudándose de sus dedos, retiró a un lado la prenda y con su nariz abrió los labios de Sara, húmedos y calientes. Su lengua, primero tímida, atravesó pausadamente su vagina hasta llegar a acariciar fugazmente el clítoris de Sara, que sintió tal placer que su cuerpo se tensó, retirándose unos milímetros del rostro de Claudio. Rápidamente, ella misma adelantó su cuerpo hasta el límite de la cama y se abandonó completamente a las caricias de Claudio. Éste hundió ya su rostro, sin reservas, en aquel manantial, para lamer y recoger hasta la última gota que emanaba de él.
Sus manos asían con fuerza los glúteos de Sara para traerla hacia sí hasta el límite. No quería dejar ni un milímetro de su sexo sin recorrer. Su sed de aquellos jugos era insaciable y su lengua, así acariciaba en círculos el clítoris de Sara, como la penetraba sin piedad, como si de un dildo se tratara...
Sara, sucumbida, arqueaba su espalda y gemía,  suplicando en susurros que no parara hasta que, las oleadas de placer fueron tan continuas que la llevaron a un camino sin retorno hacia el éxtasis. Claudio sintió la intensidad de su orgasmo en su rostro y sólo cesó de besarla cuando ya los jadeos de Sara fueron finalizando y distanciándose.
Se incorporó para estirarse a su lado y poder admirarla mientras ella recuperaba el ritmo de la respiración.
Ella lo miró, todavía jadeante y lo besó apasionadamente saboreando así el sabor de su propio sexo.

- Ha sido fantástico. Ahora me toca a mí compensar tanta generosidad… -dijo Sara, que se levantó de la cama y encendió, ahora sí, una pequeña luz para empezar a desvestirse lenta y sensualmente y permitir así, que Claudio contemplara aquel precioso cuerpo que se exhibía ante sus ojos, sin ningún atisbo de pudor.

Completamente desnuda, comenzó a despojar a Claudio de sus ropas. Éste, sólo al pensar en lo que iba a suceder, se estremecía de deseo. Cuando Sara dejó su miembro al descubierto, los ojos de ella brillaron de satisfacción y besó aquella fusta con tal entrega que Claudio creyó iba a llegar al orgasmo ya en aquel instante
Sara le cogió de las manos, obligándole a abrir los ojos y acompañándole a sentarse en el sillón.

- Estarás más cómodo… Yo me ocupo de todo…

Se acomodó en el sillón. Su excitación era tal que su pene permanecía erecto tal cual serpiente hipnotizada por la música de una flauta mágica. Sara se inclinó para besarle y rozar su cara con sus pechos, permitiéndole saborear la suavidad de aquellos pezones, café con leche, erguidos y desafiantes. Quiso aprisionarlos entre sus labios pero cuando se disponía a hacerlo, Sara, con la agilidad de una pantera, se giró dándole la espalda. Unos glúteos tersos y hermosamente redondeados aparecieron ante los ojos de Claudio y sin dejar de contemplarlos, observó como descendían hasta sentir como su miembro  empezaba a penetrar, sin prisas, el sexo de Sara. El calor y la presión que aquel túnel le hacía sentir era increíble. Sara marcaba el ritmo… primero lento, para ambos ser conscientes de la fricción de sus cuerpos. El cuerpo de Sara se contoneaba consiguiendo que el pene de Claudio acariciara hasta el último rincón de su interno. Bajaba acogiéndolo hasta el fondo, dentro de sí, y luego ascendía tan lentamente que Claudio podía ver como su pene brillaba bañado en los jugos de Sara. Era una visión maravillosa que le estaba llevando al paraíso. Poco a poco, los movimientos de Sara fueron acelerándose, las entradas y salidas de su miembro empezaron a ser continuas, sin pausa, sin descanso… Claudio la asió fuertemente de las caderas para acompañarla en las embestidas feroces que ella le estaba dando. Las nalgas de Sara bajaban hasta chocar con su vientre y volvían a subir a una velocidad vertiginosa. Claudio deseaba más y más pero su cuerpo no podía resistir más tiempo. Necesitaba explotar dentro de aquella mujer que lo estaba matando de placer y sintió como toda su energía se acumulaba en su entrepierna. Los gemidos de ambos se entremezclaron y retorciéndose de placer, ella recibió en su interior el brutal orgasmo de Claudio que continuó disfrutando de los movimientos de Sara hasta que le fue arrebatada la última gota de semen, dejándolo exhausto..
Acarició la espalda de Sara, que se reclinó en su pecho y, por unos instantes, cerró los ojos buscando recuperar la respiración. Al cabo de unos segundos, sintió unos labios limpiándole dulcemente el glande, una lengua recorría cada milímetro de su miembro. Sara le sonrió. Le indicaba que sólo habían acabado el primer asalto.. Sorprendido de su inmediata recuperación, Claudio percibió como el deseo volvía a mostrarse en su entrepierna.

- Todavía me debes una cerveza..
-  Ja, ja…Quizás no la tomemos hoy pero ten por seguro que te sentirás pagada..- respondió mientras se incorporaba y tomaba a Sara de la cintura para tumbarse juntos en la cama
 -  No lo dudo, cariño… Me consta que eres muy buen pagador -dijo ella, deslizándose hacia abajo para continuar sanando al guerrero que debía volver a la batalla.

Aquella mujer era todavía más fantástica de cómo él la había imaginado. Su fantasía se había convertido en realidad y no pensaba desaprovechar la oportunidad de cumplir absolutamente todo lo que su mente, tantas veces, había recreado…


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