Hace tres días que no le veo. Quizás esté enfermo o
quizás haya cambiado de ruta o de horario y ya no cogerá más este metro..
Me siento un poco decepcionada, posiblemente no nos
veamos más y nunca nos dijimos nada…
Ya me lo dice siempre mi amiga Maite que, en la vida, hay
que vivir el instante… ¿Por qué yo nunca lo hago?
Llega el metro, camino por el andén y espero mi turno
para entrar por la puerta que se abre más cercana a mí… Permanezco cabizbaja y
sumida en mis pensamientos.. Ahora que ya no está el aliciente que me hacía
saltar cada mañana de la cama, el gentío de gente que entra en el vagón, se me
hace insoportable… Me pregunto que es peor, si el tráfico que bloquea la ciudad
al empezar el día o soportar estar completamente aprisionado en un vagón de
metro, entre desconocidos que olvidaron asearse antes de salir de sus casas.
El traqueteo del tren me mece como una madre mece a su
bebé en la cuna y me sumerjo en mis fantasías, ésas que mil veces he imaginado
cumplir con mi compañero de viajes, aquel desconocido, la única presencia
que yo deseo cercana sentir en mis trayectos.
Hace ya varias semanas que empezamos a coincidir en
nuestros viajes. Prácticamente cada día estamos en el andén a la misma hora
exacta. Yo hago sola mi trayecto pero él siempre va acompañado de una
mujer. No sé si son pareja. Charlan animadamente pero nunca he visto un gesto
de cariño entre ellos. Yo le miro disimuladamente pero él no. El me mira
fijamente, sosteniéndome la mirada, sus pupilas me sonríen y me dicen cosas… cosas
que consiguen encender mis mejillas y bañar mi ropa interior…
Se apean dos estaciones antes que yo y él, antes de bajar
siempre me mira. Su boca no se abre, no habla, pero sus ojos sí. Me dicen: “Me
voy, princesa. Hasta mañana..”
Oh! El metro ha frenado bruscamente y pierdo el
equilibrio. Estoy a punto de caer pero alguien me lo impide. Un brazo ha
rodeado mi cintura y me ha cogido con fuerza. Me he tambaleado y un mechón de
cabello me ha cubierto la cara.
Una mano, que no es la mía, atusa mi cabello y despeja mi
cara permitiéndome ver el rostro que apenas se separa cinco centímetros
del mío…
Te tengo delante. Estoy tan fascinada que no puedo
reaccionar. Nunca había estado tan cerca de ti. Siento el aroma de tu perfume,
tan masculino como el contorno de tus labios que admiro mientras me dices que
esté tranquila, que tú me sujetas… Después me pierdo en tus ojos, verde oliva,
o son más claros? No lo sé, no me ha dado tiempo a asegurarme. Has bajado
la mirada y los sorprendo recreándose en mi escote, indagando en el
nacimiento de mis pechos de los que sólo puedes ver el canal que los separa y
por donde una gota de sudor (¿de calor? ¿de excitación? No lo sé..) está a
punto de emprender el camino hacia mi ropa interior…
Vuelves a mirarme y tu mirada pide permiso. No sé a qué,
pero no me importa. Te lo doy con mi silencio. Enseguida tu mano empuña su dedo
índice el cual, suavemente empieza a deslizarse por mi escote, su roce es tan
ligero que prácticamente es intangible, tan lento que parece no tener casi
movimiento… Lo veo, lo siento perderse en el encuentro de mis pechos. Mis
pezones erectos confiesan su deseo de encontrarse en el recorrido de ese dedo
pero no… éste, tras recoger la gota que había sondeado el mismo camino, inicia
de nuevo su ascenso,, seguro pero sin prisas: Llega hasta mi clavícula, recorre
mi cuello, dibuja mi mandíbula y se acerca a la comisura de mis labios para
darme de beber… No intenta entrar en mi boca sino que la yema descansa
apoyada en el lateral de ésta apenas entreabierta y soy yo misma la que,
despacio, despacio, giro mi cabeza permitiendo que mis labios se deslicen por
su dedo.
Ha sido un contacto tan fugaz, tan leve que nadie de
nuestro alrededor se ha percatado de lo que, en realidad, está sucediendo.
Porque entre toda esta muchedumbre, dos mentes están haciendo el amor,
fundiéndose en el placer, derritiéndose en el deseo…
Los frenos del metropolitano chirrían al accionarse y
detenerse en la nueva parada. Es la tuya. Tienes que bajar.. Nuestros cuerpos
están prácticamente pegados. Mis pechos, al compás de mi respiración
entrecortada, avanzan hasta prácticamente tocar tu pecho para luego retroceder…
Acercas los labios a mi mejilla, tan abajo que tu beso lo
recibo en la comisura y muerdes ligeramente, como si fuera por casualidad, mi
labio inferior. Tu mano se ha deslizado sigilosamente desde el lateral de mi
muslo hasta mi cadera, y cuando me sueltas siento la seda de mi falda que
resbala por mi pierna volviendo a su sitio..
Das media vuelta y te dispones a bajar del vagón. Al
cruzar el umbral de la puerta, me miras y emprendes tu camino… Oigo el silbato
que avisa que el tren reanuda su camino y justo en el momento en que las
puertas se disponen a cerrarse, me escurro ágilmente entre ellas como si un
resorte mágico se hubiera disparado en mi interior..
No sé qué estoy haciendo ni voy a preguntármelo. Sólo te
sigo, sin saber si tú eres consciente de que estoy a unos cuantos metros de ti.
Vas rápido, parece que tienes prisa y que no te has dado cuenta de que he bajado
del vagón. Te veo entrar en la cafetería de la misma estación de metro y dudo
qué hacer… ¿Entro? ¿Te hablo? ¿Te digo que te deseo, que sueño con sentir tu
cuerpo? Que mis ropa interior está
empapadas y que necesito sentir tu mano dentro de ella?
Buscando una respuesta, me sorprendes desde dentro del bar
y me sonríes… Me haces un ademán para que entre pero… no lo voy a hacer. No
quiero tomar un café contigo, al menos ahora no es lo que quiero de ti. Hoy
estoy dispuesta a cumplir mi fantasía, sin titubeos ni tabúes. Me siento
ansiosa de ti y no voy a reprimirme. Te sonrío mientras me giro, camino dos
pasos y me giro a sonreírte de nuevo. Esta vez me seguirás tú…
Retrocedo el camino ya recorrido pues, antes, he observado
que había unos servicios públicos. Me voy cruzando con algunas personas aunque
no muchas, la hora punta ya pasó por lo que los pasillos empiezan a ser
transitables. Oigo mis tacones, mucho más sonoros que tus pisadas pero, sin
girarme, sé que estás ahí, siguiendo mis pasos. Entro al baño de señoras y me
introduzco en uno de los compartimentos… La única mujer que hay, se acaba de
lavar las manos y ya ha salido. Mi corazón enloquecido parece luchar por abrir
mi blusa y mis oídos escuchan unos pasos masculinos que van deteniéndose
delante de cada puerta.
No sé si has visto mis zapatos, o escuchado mi
respiración o quizás hayas percibido el olor a hembra en celo que desprendo
pero abres mi puerta y ésta se vuelve a cerrar tras tu ancha espalda…
Me aprisionas entre la pared y tu cuerpo. Tu mano sujeta
mi mandíbula mientras tu lengua se abre paso entre mis labios. Tu lengua,
húmeda y caliente, explora mi boca sin descanso. Tus besos son puro sexo y mi
entrepierna hierve pidiendo auxilio. Tu otra mano se cuela entre mi falda y
levanto mi pierna apoyando el pie en el retrete para hacerte la tarea más
fácil. Tus dedos expertos frotan mi vulva por encima de mis braguitas
empapadas, hacen pequeños círculos sobre mi clítoris, suben y bajan por la
entrada de mi vagina y, sin poder controlarlo, alcanzo mi primer orgasmo…
Silencias mis gemidos, tapándome la boca con la mano
mientras tus dedos me penetran acompañándome hasta el final de mi clímax… Qué
placer tan inmenso me das... mi fantasía se está haciendo realidad y ésta no la
desmerece en absoluto..
Cuando mis jadeos han dejado de ser un peligro para
nuestra intimidad, retiras tu mano y me sonríes a la vez que me haces girar y
te siento detrás mío. Me vuelves a tener a tu disposición pero esta vez de
espaldas y mientras tu aliento calienta mi cuello, tu mano se introduce por
debajo de mi blusa, se desliza por debajo de mi sujetador y masajea mis pechos
con pasión, dedicándole juegos a mis pezones erectos..
Escucho el deslizar de una cremallera y me vuelvo a
humedecer sabiendo lo que me espera. Me subes la falda que queda apoyada en mi
espalda arqueada y separo mis piernas para facilitarte el camino. Abandonas mis
pechos tan solo un instante para apartar a un lado mi diminuto tanga y dejar
libre la entrada a mi sexo. Y te siento... siento como jugueteas con la punta
de tu miembro, acariciando mi vulva pero sin entrar. Me haces sufrir, es tan
placentero que volvería al orgasmo asimismo pero no puedo esperar. Me muero por
sentirte dentro, necesito que me hagas tuya ahora mismo, sin más...
Debes haber escuchado mis súplicas silenciosas o quizás
ha sido el movimiento de mis caderas llamándote porque comienzas a entrar, tan,
tan lento que siento cada milímetro de tu pene, el calor de tu carne
increíblemente dura que va abriéndose paso por mi interior. Nuestros cuerpos
inician un baile en el que llevan el mismo compás. Un primer ritmo pausado y
lento me envuelve en un aura de placer. No pienso, no puedo pensar. Sólo sentir
el placer más grande que he sentido nunca y recrearme en él, deseando no acabe
nunca. Poco a poco, tus jadeos van creciendo, tu brazo rodea mi vientre para
llegar hasta mi clítoris, te estrechas todavía más contra mí y aquel ritmo de
blues tan profundo, tan intenso, eriza nuestros cuerpos hasta llevarlos a la
máxima sensibilidad.
No puedo, no puedo más, no puedo esperarte y de nuevo
sucumbo al éxtasis que hace temblar el interior de mi sexo derramando el fruto
de mi placer y bañándote con él. Mi
calor te ha rodeado y tú tampoco tienes
vuelta atrás y ahora ya, como un paciente caballero, te dejas ir y en cada una
de tus embestidas, depositas en mí tu esencia. Permaneces quieto, dentro de mí,
intentado recuperar la respiración y, mientras descansas, marco yo los últimos
compases para que me regales hasta la última gota...
Sales de mí, me giró y nos fundimos en un tierno beso
lleno de complicidad.
-
Creo que ambos llegaremos tarde al trabajo,
hoy -digo, con una sonrisa.
-
Es cierto... Deberíamos irnos –
contestas.
Y
entre sonrisas y besos, nos aseamos uno al otro como podemos y nos apresuramos
a salir con disimulo.
Debemos
separarnos. Yo volver al andén y coger nuevamente el metro y tú, en dirección
hacia la salida.
Nos
damos un último beso y antes de marchar, dices:
-
Me voy, princesa. Hasta mañana...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para dejar un comentario sin registrarte, elige la opción "Anónimo"